sábado, 8 de marzo de 2014

Naturaleza

                


Estaba en la campiña, contemplando,
gustando de esas cosas tan sencillas,
vinieron al lugar, revoloteando
multitud de graciosas avecillas.

Allí la primavera generosa,
usando de sus artes con ternura,
tejió con mano dulce y primorosa,
la alfombra que merece Extremadura.

Aquello convirtiéndose en un momento,
en brillante y escogida sonfonía
y perderlo, pareciame un tormento,
notando que alejarme era agonía.

Paré mi caminar, despreocupado,
gozando del momento, del instante,
amando aquel rincón embelesado,
absorto, sin dar paso hacia delante.

¿Se podría concebir otro conjunto,
de belleza y armonía parecida?
me temo que no hay par, eso barrunto,
de hermosura de tal forma concebida.

¡Qué matices de colores en el manto!
¡Que cristal el de aquellos arroyuelos!
¡Qué placer con la aves y su canto!
¡Qué color tan azul el de los cielos!

¡El amor de la madre que amamanta!
¡El trajín de la hormiga! ¡Su constancia!
¡El dulce ruiseñor que allí nos canta!
¡El color de la flor y su fragancia!

Yo digo que no hay nada en esta vida,
que pueda competir con tu grandeza,
ni criatura u otra cosa parecida,
que te pueda igualar, NATURALEZA.



                    Fernando García Martín